"Certeza"
Pierdo el toque,
de no tenerte al
lado.
Las flores se
marchitan,
cuando paso.
Mis sentidos se
diluyen en orillas;
En ninguna
reconozco
tu sonrisa.
No hay brillo
en otras joyas
que no se
parezcan a ti;
que no sean
Tú.
Ni espero
ni busco,
porque sé
lo que quiero,
y no puedo
tenerlo.
Sumergido en las
lagunas de tus
sueños;
pareces creer
que ahora tienes
dueño.
¿Cómo puedo
tener vértigo,
si estoy muerto?
¿Cómo es que siento
la náusea de esta altura
desde la que te observo?
Pensaba que
el más allá
era gélido,
inhóspito,
yermo.
Parece
que no.
Lo he comprobado.
No hace falta morir,
para saberse
desmaterializado.
Basta con
ser exiliado
de verdes prados.
Basta con
que te olvide
un ser amado.
Mueres en vida,
conoces la verdadera
oscuridad;
y notas y melodías,
sentidos y felicidad,
se vuelven frágiles
como el cristal,
traslúcidos,
como vidrio
de mala calidad.
Vives en el vaho
que ha dejado
el aliento del
pasado.
Herrumbre
anaranjado
de un óxido
interiorizado.
Errante,
por burbujas
del pasado.
Me baño en
manantiales
aislados,
desnudo y condenado,
bebiendo de soslayo
aquellos trazos
que solías dibujar.
Ni un rayo de
luz en esta oscuridad,
que podría cortar de un
solo esfuerzo, si eres tú,
quien sujeta el puñal.
Ven a por mí,
coge mi mano,
no me hagas suplicar.
No puedo
irte a buscar.
Sé, que ya
no piensas en
recordar.
Tus pasos,
a medida que
avanzas, borran
lo que solíamos andar.
Caminas sobre mí,
junto a otro,
y siento tus pasos
sobre mi espalda.
Me engullen
montones de hadas
que llevan tu nombre.
Que me abandonan
a la soledad.
Ciénagas, en
las que me quiero
ahogar.
Quiero verte entrar
en ellas, besarme
en la profundidad,
darme tu aire, vuelve
a enseñarme a respirar.
Necesito volver a estar
tras tus ojos, ver el mundo
a través de tus pupilas.
Te imagino
tantas veces...
Y sé que
no necesitas
compañía.
Que estás tranquila,
que ya tienes a alguien
en tu vida.
Complacida.
Yo no soy
lo que querías.
Soluciones rápidas.
Reabrir heridas.
Costumbre sin salida.
Bajo a por tequila.
Con suerte,
una amiga
vestida de negro,
me ofrecerá una salida.
Dalia...
Vieja conocida
de amistades esquivas,
de noches de un día,
y relaciones con la eternidad.
Hay apuestas que
nunca deberíamos hacer.
Amores que dios sabe
que sólo ocurren una vez.
Luego todo se pierde,
se hiela,
muere.
La felicidad,
nunca vuelve.
Despídete, Selene.
En esta sala sólo
quedan diablos y
duendes...
Animales rayados
y fieras con marcas
en las sienes.
Las ideas se
forman en espacios
cerrados y los llenan
de tus rosas.
Los vientos
se vuelven huracanados
al formarse con tu aroma.
Me muero de mil
formas cuando sé
que todo esto no es ninguna
broma.
Que lo más seguro
es que no vuelva
a tenerte nunca.
A tenerte a ti.
Nunca.
Es demasiado
tiempo.
Solo de pensarlo,
me abruma estar
despierto.
Solo quiero sentirte,
o dormir,
por mucho
tiempo.
Ni Dalí
desdibujaba
de tal forma
el tiempo.
Mi existencia,
se queda en
el intento.
Rezo por que
aparezcas si
te llamo tres veces
delante del espejo.
A veces pasa,
que me abres justo
después de que lleve
días despierto,
aniquilando mi
cerebro con tu imagen,
viviendo mi vida
a través de tus sueños,
que me llames,
justo después
de que lleve horas,
días y meses
pensándote.
Cuando nos
conocimos,
ya era tarde.
Nada que
hacer.
Amo tu libertad,
y me siento
un cobarde.
Me consuelo.
Cuando nos
conocimos,
ya era tarde.
Aún me pregunto
porqué decidiste
amarme.
Desde el primer
momento,
sentí como si me
señalases.
Mi ser se
fragmentaba
en partes
(de ti).
Yo me convertía
en tus múltiples
personalidades.
Me aprendía
tus bailes.
Me ponía
tus caretas,
tus disfraces.
Reproducía todas
tus tonalidades.
Suspiraba por dentro,
cada vez que decías
amarme.
Ahora
tengo claro,
que no tenía ni idea
de que aquello
me importase.
Te lo juro.
Ahora,
solo;
sólo pienso
en inmolarme.
Sumergirme en
una fosa tan profunda
que nadie pueda
rescatarme.
Oxídame
con tu oxígeno.
Gástame,
cánsate,
de utilizarme.
Pero ven.
Ven a buscarme.
No puedo hablarte,
o volverías
a sentirte como antes.
A ser la de antes.
Distante.
Y yo,
volvería
a enamorarme.
Volvería
a despertarme,
a vivir,
y dejaría de autolesionarme;
de rajarme
y despedazarme
en frases,
escritas en notas vomitadas
por un cerebro que solo sueña
con amarte o apagarse. Con
recordarte, o aniquilarme.
No dejo de pensarte
porque no puedo estar
distante. Escribir es la
forma que tengo
de acercarme.
No es que te recuerde,
es que estás delante.
Es que veo tu cara en
cada frase. Siento que
si no paro, no podrás
escaparte. Que tu rostro,
tu piel, tu tono suave,
siempre vivirá entre los sueños
de mis lápices. Aquellos
que solía robarte,
como los besos,
los abrazos,
los disfraces.
@A. Rheinn.
“Certeza”
*
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